El 2010 ha sido sin lugar a dudas el año del 3D. El mundo del cine se venía preparando desde hace varios años para el cambio de formato desde que el director de ‘Titanic’ anunciara el desarrollo de ‘Avatar’. Se olía venir el cambio y Hollywood al completo fue experimentando para lo que sería ‘la experiencia visual más extraordinaria de la última década’.
Así fue, y en este año que pronto acabará el cine 3D ha colmado nuestras carteleras y exprimido nuestros bolsillos con abultados precios en las entradas: que si un extra por el ‘alquiler’ de las gafas, otro añadido por sillones más cómodos, un poquito más por la sala 3D...
Pero… ¿Cómo sería el 4D?
Pero… ¿Cómo sería el 4D?
Si el 3D permite al director expandir el universo y los escenarios de la película, y al espectador sentirse inmerso dentro de las imágenes, el 4D nos llevaría aún más allá.
Se trata de una experiencia en 3D con el añadido de contar con asientos vibratorios, simulación de viento real, pulverizadores de agua, rayos láser y olores sintéticos.
En plena crisis y con una gran cantidad de público con problemas de vista (miopías, daltónicos...) y otros muchos que ya están hartos del 3D, ¿pagaríamos por ver cine en 4D? ¿Te imaginas películas de terror y sangrientas con estos efectos? ¿Estamos llevando la experiencia cinematográfica al extremo?
Se trata de una experiencia en 3D con el añadido de contar con asientos vibratorios, simulación de viento real, pulverizadores de agua, rayos láser y olores sintéticos.
En plena crisis y con una gran cantidad de público con problemas de vista (miopías, daltónicos...) y otros muchos que ya están hartos del 3D, ¿pagaríamos por ver cine en 4D? ¿Te imaginas películas de terror y sangrientas con estos efectos? ¿Estamos llevando la experiencia cinematográfica al extremo?
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